martes, 30 de julio de 2013

prosa | SÁBATO

SábatoLa Resistencia


(fragmento)

El sentimiento de orfandad tan presente en este tiempo se debe a la caída de los valores compartidos y sagrados. Si los valores son relativos, y uno adhiere a ellos como a las reglamentaciones de un club deportivo, ¿cómo podrán salvarnos ante la desgracia o el infortunio? Así es como resultan tantas personas desesperadas y al borde del suicidio. Por eso la soledad se vuelve tan terrible y agobiante. En ciudades monstruosas como Buenos Aires hay millones de seres angustiados. Las plazas están llenas de hombres solitarios y, lo que es más triste aún, de jóvenes abatidos que, a menudo, se juntan a tomar alcohol o a drogarse, pensando que la vida carece de sentido, hasta que, finalmente, se dicen con horror que no hay absoluto. Recuerdo la soledad del campo, ¡tan distinta! Era esa soledad de la llanura infinita que le confería al hombre una tendencia natural a la religiosidad y a la metafísica. No es una casualidad que las tres grandes religiones de Occidente hayan nacido en la soledad del desierto, en esa especie de metáfora de la nada en la que el infinito se conjuga con la finitud del hombre. Nuestras modernas maneras de pensamiento creen que aquéllos eran pueblos atrasados, siendo que para ellos la verdad era un descubrimiento, algo frente a lo cual cabía el asombro. En la modernidad, el hombre ha buscado en sus construcciones lógicas la respuesta a las grandes incógnitas, creyendo, así, que al hacerlo era muy superior a quienes aguardaban la Providencia. Pero hoy en día, tantos golpes ha recibido el orgulloso intelecto humano, que estamos condiciones de abrir los ojos a creencias impensables hace unos años.

Ernesto Sábato

sábado, 20 de julio de 2013

{poesía} VALLEJO


Los Pasos Lejanos



Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.

Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.

Deshojación sagrada


Luna! Corona de una testa inmensa,
que te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!

Luna! Alocado corazón celeste
¿por qué bogas así, dentro de copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?

Luna! Y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres talvez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando versos!...


César Vallejo (1892-1938)

viernes, 19 de julio de 2013

Chaikovsky y Bernstein [bonus 1812]

Viejas balas de cañón

Abundando en las interpretaciones de la «OBERTURA 1812» les comparto hoy un ejemplo de cómo rescatar una obra encasillada en lo “bullicioso” y devolverla a su categoría de gran música. Cierto que su propio autor, Chaikovsky, nunca la tuvo muy en cuenta; cierto que la escribió por encargo, no para dar cauce a movimientos de la propia inspiración; cierto incluso que es premeditamente efectista, generadora de entusiasmos heroicos con ánimos de celebración. Pero aun así delata al genio que la concibió.

Como les contaba en una entrada anterior, esta Obertura fue planificada para un tremebundo aparato escénico: cañones, ingente masa orquestal, campanas al vuelo... pero el destino quiso otra cosa. Fue estrenada bajo condiciones normales de concierto (orquesta estándar) en 1882, al interior de la Catedral de Cristo Salvador en Moscú. Se sabe que el compositor buscó en Berlín la posibilidad de ofrecer la obertura con aquella dimensión espectacular, pero sin resultado. Volvería a dirigir su partitura ante el público de una sala de conciertos cruzando el Atlántico, en la noche inaugural del histórico Carnegie Hall de Nueva York, el 5 de Mayo de 1891, cosechando éxito rotundo.

carátulaJustamente la Filarmónica de Nueva York dirigida por su maestro más celebrado, Leonard Bernstein, nos ofrece tres piezas orquestales salidas de la pluma del genial compositor ruso.

Bernstein fue toda una institución en la vida musical norteamericana y uno de los nombres ineludibles de la dirección orquestal durante el siglo pasado. Su energía arrolladora se regodeaba particularmente en las páginas del período romántico, tardorromántico y las escuelas nacionales nacidas al alero del mismo período. La música de Chaikovsky le ofreció un marco soñado para volcar su apasionamiento expresivo y su pasmosa elocuencia artística.

LennyEl presente registro inicia con una estupenda interpretación de la Obertura 1812 siguiendo la partitura sin añadiduras especiales, como probablemente sonara el 5 de mayo de 1891 en el Carnegie Hall bajo la batuta del compositor. El coral inicial queda entregado a las cuerdas bajas, las explosiones a la percusión. Pero la orquesta... ¡qué bien suena! Ahí se entenderá mejor lo dicho al principio de esta entrada: es una obra devuelta a su condición netamente musical. Bernstein y los músicos neoyorquinos hacen relucir los indudables valores artísticos de esta sonora pieza, e incluso la «manipulación emocional» cultivada por el añorado director, encendiendo fuegos donde parecía no haberlos, beneficia a Chaikovsky. Es posible advertir el convencimiento de los intérpretes por la jerarquía de la música en la cual se han sumergido.

El “menú” se completa con dos páginas igualmente brillantes: la Marcha Eslava y la Obertura-Fantasía «Romeo y Julieta». En ambas —quizá más en la segunda— se disfruta el acierto de Lenny cuando carga las tintas, buscando amplificar el impacto de un músico y un repertorio que le hablaban directamente al corazón. Y desde allí quería compartirlos. Así pues lo hago también con ustedes, queridos amigos y amigas. ¡Disfruten este disco en el enlace inferior!:

D E S C A R G A

MP3 ABR ~ 212 kbps · 48 kHz | 3 tracks | JPGs | RAR 69,2 MB | Yandex.ru

viernes, 12 de julio de 2013

{poesía} 109 años con NERUDA

Hacía tiempo que no publicaba nada del gran Pablo Neruda. Una cuota de disgusto me enturbiaba la lectura; y es que la perpetua melancolía del vate empezó a tejer sensaciones cenicientas en mi interior, bamboleando entre la admiración y el hartazgo. No más, decidí. Y le dejé residir en la tierra, como él quería.

Pero ahora he vuelto a apretarle la mano. Ciertas cadencias, ciertas quejas, cierta magia siempre me devuelve a sus páginas, en las cuales he llegado a adivinar —difusa, latente— esa antigua inspiración que animó a los escritores hebreos. Hoy se cumplen 109 años desde que Neruda vino al mundo para darle nuevo nombre a tantas cosas, incluyéndose. En poetas como él recuperamos el don de la palabra capaz de fabricar mundos. Por eso elijo apenas fragmentos de poemas que quiero “paladear”, a la manera de un licor envejecido.


Oda al Mar


AQUÍ en la isla
el mar
y cuánto mar
se sale de sí mismo
a cada rato,
dice que sí, que no,
que no, que no, que no,
dice que si, en azul,
en espuma, en galope,
dice que no, que no.
No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite
pegando en una piedra
sin lograr convencerla,
entonces
con siete lenguas verdes
de siete perros verdes,
de siete tigres verdes,
de siete mares verdes,
la recorre, la besa,
la humedece
y se golpea el pecho
repitiendo su nombre.
Oh mar, así te llamas,
oh camarada océano,
no pierdas tiempo y agua,
no te sacudas tanto,
ayúdanos,
somos los pequeñitos
pescadores,
los hombres de la orilla,
tenemos frío y hambre
eres nuestro enemigo,
no golpees tan fuerte,
no grites de ese modo,
abre tu caja verde
y déjanos a todos
en las manos
tu regalo de plata:
el pez de cada día.

Aquí en cada casa
lo queremos
y aunque sea de plata,
de cristal o de luna,
nació para las pobres
cocinas de la tierra.
No lo guardes,
avaro,
corriendo frío como
relámpago mojado
debajo de tus olas.


Sólo la Muerte


HAY cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma.

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido sin perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.

A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado, como un árbol.

Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.

Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos,
la muerte está en la escoba,
es la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.
La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.

Pablo Neruda

jueves, 11 de julio de 2013

OBERTURA 1812 y otras obras de la Escuela Rusa

Napoleón funadoOriginal sugerencia gráfica de la caída de Napoleón / crédito: Samuel Jaramillo Calle

Vamos nuevamente con los rusos. Y esta vez con un menú definido por la espectacularidad, un ingrediente para el cual han demostrado siempre una gran aptitud. Quizá las proporciones mismas de la gran nación eslava alientan esa propensión instintiva a lo grandioso, reflejado en la imponencia de sus tradiciones culturales, en la concepción esplendorosa que dieron al Zarato, etc.

Por desgracia ese rasgo también ha definido sus calamidades históricas. Una de ellas fue la ofensiva conquistadora de Napoleón Bonaparte el año 1812. Las crónicas cuentan que el avance inicial de los franceses apenas supo de resistencias. El ejército ruso no logró entorpecer la veloz arremetida de su enemigo y la experiencia aconsejó evitar las batallas a campo abierto, retrocediendo hacia el interior del país y llegando incluso a perder Moscú, que acabó como pasto de las llamas.

Pero el invierno cambió pronto el signo de la guerra y precipitó la ruina de Bonaparte. Sin víveres y dueño de una ciudad destruida, el emperador francés debió retirarse a Polonia, siendo hostilizado por los cosacos y el ejército zarista en el trayecto y sufriendo los gélidos rigores del clima, todo lo cual destruyó casi en su totalidad a la Grande Armée.

Napoleón funado «La retirada de Napoleón de Rusia» / E. Kossak, 1827

Este violento episodio, bautizado como Guerra Patriótica de 1812, fue relevante para consolidar la conciencia nacional, ahora unificada en un solo sentimiento. Dicho cambio sería el resorte psicológico que definiría la madurez cultural y social y, en definitiva, buena parte del rumbo seguido por la historia rusa de ahí en adelante.

Las peripecias militares del año 1812 son resumidas en la famosa obertura de Chaikovsky, comisionada por Nikolái Rubinstein en 1880 para la Gran Exposición de Artes e Industria de Moscú de 1882. En tal ocasión se contemplaba inaugurar por fin la demorada Catedral de Cristo Salvador de Moscú, templo erigido en tributo de gratitud por la victoria y como memorial de los caídos en batalla. En un alarde de sentido escénico —equiparable a cualquier mega-ceremonia moderna— la ejecución fue planificada al aire libre en la plaza del Kremlin, frente a la catedral, con una gran orquesta, una banda de bronces, la intervención de los campanarios del nuevo templo y las iglesias circundantes, junto a salvas de cañón disparadas con un mando eléctrico en el podio del director. ¡Todo un espectáculo!

Pero las circunstancias no lo quisieron así: en marzo de 1881 morían el Zar Alejandro II en San Petersburgo, víctima de un atentado, y Nikolái Rubinstein en París, víctima de la tuberculosis; la Catedral demoraba su consagración hasta 1883 y la obertura nunca se ejecutó en festividades públicas, sino como parte de un programa con obras de Chaikovsky en 1882, durante la referida Exposición de Moscú, en las condiciones normales de una sala de conciertos.

La obra discurre a través de los tempos Lento - Andante - Allegro giusto - Largo - Allegro vivace. Así resume la Wikipedia el plan argumental:

La obra comienza con una melodía de la Iglesia Ortodoxa Rusa ejecutada por ocho violoncellos y cuatro violas, que recuerda cómo la declaración de guerra contra Francia fue notificada al pueblo en los servicios religiosos de toda Rusia. En ocasiones esta parte de la obertura es cantada por un coro a capella […]. Continúa con una mezcla de melodías tradicionales (incluida la danza «A la puerta, a mi puerta») y militares, que representan la angustia creciente del pueblo ruso al saberse invadidos por el ejército francés. La pieza continúa con una marcha presentada por los metales, donde se oye cargar a los ejércitos para enfrentarse en la Batalla de Borodinó. Un fragmento repetitivo y triunfal del himno nacional francés, La Marsellesa, sirve para representar al ejército invasor y la victoria de Napoleón sobre los rusos. A continuación, un diminuendo en la música representa la retirada rusa, evitando la confrontación directa con las tropas francesas al tiempo que dejan tierra arrasada. Vuelve a sonar la marcha de los metales y el fragmento de La Marsellesa, para indicar la entrada de Napoleón en una Moscú incendiada. El fragmento del himno galo sigue sonando, ahora en diminuendo, indicando la retirada de las tropas francesas, al tiempo que un crescendo indica el asedio ruso. Cinco disparos de cañón acompañan el avance de los rusos expresado en los instrumentos de cuerda y los metales, que preparan el campo para el cierre triunfal con el contrapunto entre el tema que representa al ejército ruso y el himno imperial «Dios salve al Zar», apoyado por once disparos de cañón y un repique de campanas. Este final muestra un anacronismo curioso, ya que «Dios salve al Zar» no era el himno ruso en 1812, sino en la época en la que Chaikovsky compuso la obertura.

Aunque Chaikovsky la consideraba “ruidosa” y de poco valor artístico, lo cierto es que el público siempre ha favorecido esta obertura, otorgándole una popularidad inquebrantable. Cosa curiosa: el compositor dirigió la pieza durante el concierto inaugural del Carnegie Hall de Nueva York, en mayo de 1891, y fue tal su efecto que acabaría convertida en elemento habitual de las celebraciones patrióticas norteamericanas. Además la Obertura ha ganado fama en años recientes como parte de la película “V de Vendetta” (basada en la novela gráfica de Alan Moore); en ella, el enmascarado protagonista emplea el gran final de la obertura como “soundtrack” de sus detonaciones.

Viñeta de «V de Vendetta» con el protagonista «dirigiendo las explosiones»

Makovsky
Pero no son los cañonazos de la obertura la última palabra en el espectacular repertorio ruso. El mismo Chaikovsky nos ofrece otra pieza ceremonial de gran intensidad, y otra vez con motivo bélico-patriótico: la «Marcha Eslava» en Si bemol menor, op.31. Esta brillante pieza orquestal se refiere a episodios del año 1876, cuando una serie de revueltas contra el dominio turco sacudían la región de los Balcanes. Llevados por un sentimiento de solidaridad eslava, en especial tras la brutal represión contra la población civil en Bulgaria, los rusos demostraron su apoyo enviando incluso voluntarios a combatir junto a búlgaros y serbios. Fue la antesala de la Guerra Ruso-Turca de 1877-78.

Chaikovsky recibió el encargo de componer una marcha para un concierto a beneficio de los soldados rusos heridos. En un arrebato de entusiasmo, compuso y orquestó la marcha en sólo cinco días, utilizando en ella dos melodías serbias y el himno ruso, este último como colofón del mismo modo que en la Obertura 1812. Los tiempos indicados en la partitura son: Moderato in modo di marcia funebre - Andante molto maestoso - Allegro risoluto.

Dos grandes nombres completan la entrega: Aleksandr Borodín y Nikolái Rimsky-Kórsakov. A diferencia de Chaikovsky, no estimaban tanto el modus faciendi occidental en lo que a composición se refiere (aun cuando, a la postre, ambos adoptarían las técnicas e influencia europeas como ingredientes de su estilo). En cambio era evidente una maravillosa capacidad para crear “cuadros” entrelazados, amén de notable talento narrativo y un recurso más directo a las fuentes musicales populares.

En el breve puñado de obras maestras que nos dejó Borodín destaca el extraordinariamente sugestivo poema sinfónico «En las Estepas del Asia Central», evocación de una caravana cruzando la zona conocida entonces como Turquestán, anexionada por Rusia. Esta obra fue creada en 1880 para sumarse al jubileo de 25 años del Zar Alejandro II en 1881... planificación frustrada, como les contaba antes, por el asesinato del gobernante a sólo cinco meses del acontecimiento.

Otra página orquestal muy celebrada del eminente Borodín proviene de su última creación, la ópera Príncipe Igor; se trata, claro que sí, de las «Danzas Polovesianas», con su despliegue fascinante de exotismo y colorido orquestal (este último debido más bien a los buenos oficios de Glazúnov y Rimsky-Kórsakov, que completaron la obra luego del fulminante deceso de su amigo). En este espectacular momento Borodín sabe conjurar el elemento “bárbaro” de los polovtsianos o polovesianos (en nuestro idioma llamados Cumanos) con una maestría que sólo igualarán mucho después Jachaturián y Amirov.

El mago ruso de la instrumentación, Nikolái Rimsky-Kórsakov, cierra la entrega con dos célebres creaciones orquestales: «La Gran Pascua Rusa» op. 36, obertura sobre temas litúrgicos, y el «Capricho Español» op. 34, precisamente la obra que asentó su fama como renovador brillante de la paleta instrumental.

De la Obertura sobre la Pascua ortodoxa hemos publicado ya alguna cosa en esta página. Del «Capricho...» vale la pena recordar un episodio que retrata también el carácter del músico. Sabedor de las dificultades que planteaba a los profesores de la orquesta con su virtuoso estilo, Rimsky les dedicó la composición; y de hecho en las primeras impresiones de la partitura figuraba la nómina completa de los músicos que estrenaron esta maravillosa exhibición de talento, imaginación y dominio técnico.

carátulaDisfruten el repertorio ruso de manos de un maestro: Neeme Järvi junto a la Orquesta Sinfónica de Gotemburgo, en un registro de finales de los años 80 del siglo pasado.

Järvi estuvo al frente de la orquesta sueca durante 22 años. En esa larga titularidad supo elevar la formación a nuevas alturas, con una feliz vinculación hacia el repertorio escandinavo y eslavo del Romanticismo tardío, sin desdeñar las vanguardias. Tan exitosa colaboración atrajo el respeto y la admiración de la comunidad musical, así como respaldos financieros (Volvo) que permitieron ampliar el número de integrantes y una ilustre retahíla de grabaciones para la Deutsche Grammophon.

Neeme JärviDe esta época proviene el menú que les comparto, con una interpretación referencial de la Obertura 1812 que a la plantilla habitual suma la Banda de Bronces y el Coro de la misma orquesta, la División de Artillería de Gotemburgo, y los campanarios del puerto escandinavo. Se trató, pues, de hacer sonar la obra tan cercana como fuera posible a su concepción original. El resto de las piezas son tratadas con la misma finura y garra interpretativa que el eminente director ha hecho su sello personal. (Y si pueden, adquieran el disco para apreciar el sonido en toda su riqueza.)

D E S C A R G A

MP3 ABR ~ 212 kbps | 6 tracks | JPGs | RAR 120,4 MB | 48 kHz

 
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