viernes, 31 de mayo de 2013

{poesía} IBARBOUROU


IbarburúVida garfio


Amante: no me lleves, si muero, al camposanto.
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
Alboroto divino de alguna pajarera
O junto a la encantada charla de alguna fuente.
A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra

Donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
Alargados en tallos, suban a ver de nuevo
La lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
Más breve. Yo presiento
La lucha de mi carne por volver hacia arriba,
Por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos
Podrán estarse quietas.
Que siempre como topos arañarán la tierra
En medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraicen
En la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas
Yo subiré a mirarte en los lirios morados!
Juana de Ibarbourou (1888-1965)

lunes, 27 de mayo de 2013

La Historia del Batiscafo

batiscafo

Admito que mi relación con la música clásica contemporánea es difícil. A veces nula. Frente a mucha vanguardia me siento perdido, ajeno, carente de más reacciones que el tedio o el franco desconcierto. Cosa rara, la politonalidad o la atonalidad (como las que sacuden al auditor de la “Consagración de la Primavera” o “Sensemayá”) no me provocan el mismo conflicto, como tampoco ciertos creadores contemporáneos (Pärt el primero de ellos). Me aventuro también —no diré con gusto pero sí con interés— hasta los primeros números de opus de Webern. Pero un paso después llego a la frontera, el abismo frente al cual me detengo.

Y lo digo habiendo hecho intentos serios por firmar la paz con el siglo XX. De hecho, sigo haciéndolos, y eso importa dejarlo claro. Pero aprendí a respetar aquello que en mí se contuerce frente a la música serial, dodecafónica, concreta, etc. Es decir, prefiero acatar mi apetito natural, mis adhesiones viscerales antes que mentir(me) para encajar mejor. Cuando digo “visceral”, no recurro a ninguna hipérbole; en mis audiciones de música contemporánea he tenido que lidiar con sensaciones físicas de desagrado, antónimo biológico de la profunda alegría experimentada a menudo en el seno de la armonía clásica. Estoy firmemente domiciliado en la Tonalidad.

No obstante, años atrás le prometí a un querido amigo de Canarias que no me encerraría en mis cuarteles clásicos como un talibán, sino que mantendría viva la curiosidad y el apetito de descubrimiento hacia estas corrientes. Gracias a esta promesa, que coincide con mis propias intenciones, y porque verdaderamente hay tipos de talento inobjetable como Schönberg o Boulez defendiendo esta alternativa, es que también en el Blog encontrarán ustedes artículos referidos a Alban Berg, Sergei Prokofiev, Lepo Sumera, Béla Bartók o la Sociedad para la Interpretación Musical Privada.

Fue a raíz de estas prevenciones mías que surgió con mis amigos músicos y musicales la expresión “usar la escafandra” o “meterse en el batiscafo” cuando se trata de explorar creaciones modernas. Es decir, al cruzar aquella frontera y sondear el abismo, mundo ácido e incierto que aún no sé disfrutar, pero ya aprendo a conocer.


El BATISCAFO se zambulle en este BLOG mediante la siguiente ETIQUETA:

¡Disfruten la inmersión, amigos y amigas: no todo es dodecafonía!
Ibai AcevedoMisterios de la profundidades... (foto de Ibai Acevedo)


miércoles, 22 de mayo de 2013

¡Felices 200 años, RICARDO WAGNER!

Richard WagnerWilhelm Richard Wagner (1813-1883) / Retrato por Franz Hanfstaengl
Hace 200 años nació un revolucionario de las artes, un genio fundamental para la Música universal: Wilhelm Richard Wagner (* Leipzig, 22 de Mayo 1813 — † Venecia, 13 de Feb. 1883). Amado y odiado, encumbrado y vilipendiado, Wagner fue la gran figura de la música alemana en las postrimerías del siglo XIX, incluso una verdadera “piedra de escándalo” en el arte occidental de su tiempo. Fue un artista que poseyó aquella facultad insólita de crear belleza nueva, es decir una obra que asume una tradición pero crea un sendero propio, de tal originalidad que no deja a nadie indiferente. Probablemente ningún músico fue tan ambicioso, ni tuvo además la energía para hacer realidad frente a sí esas ambiciones. Como ser humano fue lamentable, incluso perverso en su oportunismo, megalomanía y extraño poder de sugestión que le facilitó innumerables manipulaciones; como artista fue y sigue siendo absolutamente indispensable. Y lo digo habiendo confesado aquí muchas veces mi profunda admiración por su gran “opuesto”, Brahms. ¡Feliz aniversario!

Lorin Maazel dirige su polémico arreglo »El Anillo sin palabras«, resumen musical de la portentosa tetralogía wagneriana, con el sonido extraordinario de la Filarmónica de Berlín. ¡Disfrútenlo!
firma de Wagner

jueves, 9 de mayo de 2013

SCHUMANN en manos de otros

carátula

El título es un guiño al mundo infinito de las adaptaciones musicales; en este caso, por vía de la instrumentación.

No es algo tan extraño; de hecho me atrevo a creer que es muy común. Casi todos los compositores han incurrido en estas prácticas, ya por razones de aprendizaje, imposición laboral, diversión, iniciativa propia u otros fines personales. Tomando obras concebidas originalmente para uno o muy pocos más instrumentos, estos músicos reiluminaron páginas antológicas mediante la suntuosa paleta instrumental de la orquesta moderna.

Hay quienes se pasaron un poco de la raya —miremos a Stokowski...— pero también hay quienes nos revelaron la belleza desapercibida en una composición que se nos escapaba —miremos a Ravel...—.

¡Ravel! Precisamente él nos abre el camino en esta oportunidad, para seguir luego con Theodor Adorno, de quien tanto hemos sabido como filósofo y tan poco como músico.

Ravel »CARNAVAL« Op. 9 — fragmentos sobrevivientes del arreglo orquestal completo Por supuesto que decir Maurice Ravel inducirá el recuerdo de su celebérrimo Bolero en una amplia mayoría; otros tantos recordarán asimismo la Suite Dafnis y Cloe, la fantasía La Valse o la Pavana para una Infanta difunta. Pero junto a estas obras personales emerge el genio capaz de orquestar la producción de otros sin adulterar su esencia. Ejemplo concluyente: los Cuadros de una Exposición, de Músorgsky. Ravel, quien pasó la vida en pos de una perfección que nunca creyó alcanzar (!), ha sido el mayor maestro francés de la instrumentación (esto es, incluso sobre Berlioz) y ciertamente uno de los más grandes de toda la historia. No sólo por su supremo acierto y buen gusto en las combinaciones tímbricas o en la exploración de la sonoridad total de un instrumento, sino en la capacidad (en mi opinión, inigualada) de adaptar la paleta orquestal según la conveniencia expresiva de cada obra. Su maestría no está atada a un único “sonido inconfundible”, aun cuando su personalidad sea característica; por lo mismo, el sonido que escuchamos en los Cuadros... no es idéntico al de otras adaptaciones.

A principios del siglo pasado el empresario Sergéi Diaghilev, responsable de los aplaudidos “Ballets Rusos”, encargaba música para las representaciones de su compañía a músicos destacados. El buen ojo de Diaghilev redundó en frecuentes obras maestras. Una de ellas la orquestación completa de la suite Carnaval, de Robert Schumann, preparada por Ravel para los espectáculos de danza. Infelizmente sólo cuatro partes han llegado hasta nosotros: Préambule / Valse alemande / Paganini / Marche des 'Davisbündler'. En ellas apreciamos el respeto del creador francés hacia la partitura de su homólogo alemán.

(Por cierto, aprovecho de enviar un saludo a Robin, un querido amigo de esta página, compatriota del compositor y al cual siempre recordamos por las rosas que dejó en la casa de Ravel en Ciboure.)



»KINDERJAHR« — Seis estudios del Op. 68 de Robert Schumann para pequeña orquesta Theodor Adorno ha pasado a la posteridad como filósofo, luego como crítico de arte, y poco o nada como músico. Quien escribe estas líneas admite poco cariño hacia este intelectual debido a su pendenciera actividad crítica en contra de Jean Sibelius, cuyas cualidades denostó tanto como pudo (sin llegar a poseerlas). No obstante, su reflexión sobre la música y la sociedad es digna del mayor respeto, aun cuando nadie está obligado a asumirla en términos definitivos. Como sea, Adorno realizó serios estudios musicales y hasta compuso algún puñado de piezas acorde a las vanguardias de su juventud, para concentrarse más tarde en la filosofía. Su »Kinderjahr« proviene del año 1941. Es interesante notar que la infancia fue relevante para el pensamiento del filósofo/compositor; así, tomó seis piezas del Op. 68 de Schumann («Álbum para la Juventud») para formar una especie de «ciclo del año» mirado desde los ojos de un niño. En su cometido, Adorno exhibe una imaginación tímbrica digna de admiración.



  • SINFONÍA nº 2 en DO MAYOR, Op. 61 — Por fin, cerramos el registro con el propio Schumann. Aquí está la preciosa Segunda sinfonía del compositor alemán, famosa debido a muchos méritos pero sobre todo al inimitable tercer movimiento, ese conmovedor Adagio que brota desde las entrañas de aquel hombre genial y sufrido.

    La Orquesta Filarmónica Real, dirigida por Dirk Joeres, se luce haciendo «cantar» la música del gran Schumann. ¡Disfrútenla!

  • » D E S C A R G A

    MP3 VBR 220 kbps | jpgs | 14 tracks | RAR 95,37 MB

    jueves, 2 de mayo de 2013

    Deanna Durbin


    DEANNA DURBIN Deanna Durbin (1921-2013) en sus años de gloria
    ¡Y los obituarios continúan, amigos! Abril se llevó al insigne cellista János Starker (* Budapest, Hungría, 5-Jul-1924 — † Bloomington, EE.UU., 28-Abr-2013), uno de los “amos” de su instrumento durante el siglo XX, sin nada que envidiarles a Rostropovich o Du Pré en jerarquía técnica o interpretativa.

    Pero de Starker podemos encontrar homenajes circulando ya en la Blogósfera; menos, en cambio, de otra figura que también nos abandonó el mes pasado: la actriz y cantante Deanna Durbin (* Winnipeg, Canadá, 4-Dic-1921 — † París, Francia, Abr-2013). Ella fue una de las grandes divas del Hollywood de antaño, aunque el cénit de su carrera se produjo entre la adolescencia y la juventud; fue, de hecho, una de las primeras “estrellas juveniles” del cine norteamericano. Y dado que en estos días estoy dedicado con entusiasmo al cine —una de mis pasiones de siempre—, la partida de Durbin me lleva a dedicarle unas líneas acá.

    Comenta la Wikipedia que “con papeles de adolescente en producciones edulcoradas, muy al gusto de la época, logró gran popularidad y llegó a salvar a los Estudios Universal de la bancarrota con películas como Loca por la música, Reina a los catorce años o Mentirosilla. Durbin siguió unida a Universal a lo largo de su vida profesional que se prolongó por más de una veintena de títulos, que también le dieron fama fuera de Estados Unidos. Tanto Winston Churchill como Benito Mussolini se contaron entre sus admiradores, y Anna Frank tenía una foto suya colgada en la pared del escondite en el que intentaba escapar de los nazis. En 1938 recibió un Oscar juvenil especial por «su significativa contribución a llevar a la pantalla el espíritu y la personificación de la juventud». A los 25 años, era la segunda mujer mejor pagada de Hollywood, por detrás de Bette Davis, y su club de fans era el más numeroso durante los años cuarenta. Su última película fue For the love of Mary, en 1948.”

    Lo interesante de esta actriz es que además era cantante, y no una cualquiera. Sus interpretaciones nos muestran a una intérprete de gran calidad. Poseyó el registro de una soprano ligera, con un hermoso timbre de voz y una notable solidez técnica. Había estudiado con el barítono español Andrés de Segurola; éste había desarrollado una carrera notable en los escenarios de ópera y luego en la gran pantalla, hasta que un accidente lo hizo dedicarse exclusivamente al magisterio. La calidad del maestro aflora en la discípula.

    A continuación algunas interpretaciones de Deanna Durbin. Que en paz descanse.

    Deanna Durbin en «Three Smart Girls Grow Up» (1939) canta un arreglo de la «Invitación a la Danza», de Carl Maria von Weber

    El famoso Vals de «la Viuda Alegre», de Léhar, cantado por Durbin en 1937, con letra en inglés

    Durbin canta «Nessun Dorma», de Puccini, en este corto de 1943 que traslada el aria a voz femenina y letra en inglés.
     
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